Asume

El otro día les hice una introducción, suave, por encima, de la situación que viví, que me tocó. Todo, a raíz de la cantidad de gente que veo y sigo viendo sin pega. Por tanto, y como dije y me propuse, haré esto de “columnear” de manera constante, en una de esas, a alguien le llega y le sirve. Muchos de quienes están sin trabajo, seguramente ni siquiera lo leyeron, porque cuando estás en un hoyo, estás hasta la cabeza y no tienes ganas de leer, de escuchar, de pensar, de nada. Todo es malo, todo es negro y todo es negativo. Lo entiendo. Es tal cual.

Cuando estamos en un mal período, tu señora es mala, tus hijos te molestan, odias tu casa, tus muebles, tu ropa, tu auto, todo. Sales de la ducha y hasta más gordo y feo te ves. Como dije en el post anterior, me levantaba a las 6 y a las 6.15 quedaba desocupado, por ende, no tenía idea si vestirme bien, si afeitarme, si peinarme, si ponerme zapatos o qué. LA OSCURIDAD NO TE DEJA VER NADA. Y créanme, no hay nada ni nadie que te saque de esa cueva de lobo mental. Es así, es parte del mal momento.

Como todo duelo (y perder la pega es una pérdida como tal, por ende, es algo que duele), se tiene que madurar, masticar, abrazar, y es acá donde me quiero detener y donde quiero apuntar mi columna de hoy. Hay muchas etapas del duelo, de la pérdida. Una de ellas, es el ASUMIR.

El domingo perdió mi equipo el clásico y me dolió. Pensé que todo el mundo me iba a molestar, que sería motivo de burla en la pega, y pasé un día pésimo, mal genio, a la cresta el asado, la carne, todo amurrado… pero rabias más, rabias menos, mi equipo perdió, no hay más, no puedo cambiar la decisión del árbitro, no puedo ir para atrás. Mi equipo perdió. Punto. Ya está. Si, pasarán cosas en torno a esa cruel derrota, y seguro llevaré ese sentimiento amargo conmigo toda la semana, pero perdió. Qué puedo hacer. Nada. Asumo. Asumo la derrota como tal, como llegó. Esto es lo mismo. Y ese ejemplo más que burdo, es exactamente lo mismo para cualquier cosa en la vida. “Perdí”. Ya está. “No tengo pega”. Ya está. “Los amigos que necesito no están apareciendo”. Ok, valen callampa o realmente no pueden ayudarme. “No tengo salida” (incluso ese extremo). Si, hoy no tengo salida, pero ya vendrá.

Dicho todo esto, para mí, usted lo toma o lo deja, ASUMIR es la primera ley de supervivencia. UNA VEZ QUE ASUMES, DESPIERTAS. Es un reseteo, impuesto, obligado, que permite empezar desde cero mentalmente, por ende, ya no hay nada malo, nada que entorpezca mis decisiones, mis elecciones, mi pensamiento. El pajeo mental, mata. “Y si pasara esto”, “Y si hubiese sido de otra forma”, etc.

Puras pajas, que no conducen a nada más que enredarse y recriminarse gratis.

Asumir es para todo. Por ejemplo, asumir que debo. Que estoy endeudado hasta las masas. Asumirlo. Pensar como consuelo, que hay miles de personas peor que yo, que deben el triple, y que ahí están, dándole. Es algo medio estúpido, pero créanme, es real. Ser un poco cara de palo y enfrentar la derrota con inteligencia. Desesperarse porque debo el arriendo o el colegio de los niños, no hará más que profundizar la pena, rabia, y de paso, la deuda. Habla con las personas involucradas y explica la situación, y asume frente a ellos, diciendo: “estoy cagado, no tengo, lo siento, pero apenas pueda, eres mi prioridad”. Y dejarlo (la segunda parte de ASUMIR es SOLTAR). Ya hablaré de eso más adelante.

Asumo que mi refrigerador estará pelado un tiempo. No tener vergüenza, no tener miedo. “No puedo comprar jamón y queso como lo hacía antes”. “Niños, este mes no habrá bebidas, dulces o lo que sea”, “Pasa esto, esto y esto otro, así es que lo siento”.

Asumir que estás hasta el cogote no es resignarse, a no confundir. Asumir es limpiar, no entregarle a la vida que todo llegue solo y que el cielo me regale las cosas. No es tirar la toalla, tampoco. Es enfrentar, cara a cara, un dolor, un momento, sabiendo y creyendo que ese momento algún día pasará. Lo que sube, baja queridos, así es que la vida, en algún momento cambia lo malo por menos malo. Créanme.

Así es que creo, lo primero es eso, ASUMIR, hidalgamente, estoicamente, como un capo, como la capa que fuiste cuando asumiste aquel proyecto en la pega; como cuando asumiste la responsabilidad de tener una familia; como cuando asumiste el cambio de folio en tu edad; como asumiste todas las responsabilidades que tuviste en algún momento. Así. Bien power, bien macho, bien mina, bien parado. Si te llama una amiga para ir a tomar un café, asume, y dile que no puedes porque no tienes ni uno. Si te llaman tus amigos para jugar a la pelota y después ir por unas cervezas, asume que no puedes, que en otro momento será y no te amargues por no poder, ya vendrán otras pichangas, otras cervezas. Si te llama un familiar para preguntar cómo estás, no digas “bien, mejor que nunca”. Asume que estás hasta el cuello. Si estás en una reunión social, un asado, un cumpleaños, y todos hablan del trabajo, de las lucas, del último auto que se compraron, de que en verano viajarán con las niñitas a Miami, bueno, ríete, disfruta, en la medida que puedas (es terrible enfrentarse a la realidad con otros), pero asume, y di, abiertamente, que no puedes, que no cambiarás el auto este año, y que a lo mejor el siguiente tampoco, y que menos podrás viajar a Miami para las vacaciones, y sobre todo, asume que estás cagado, sin trabajo, sin oportunidades, sin nada. Quién sabe, en ese asado, aparece alguien tendiendo una mano.

Deja la vergüenza propia de lado; luego, la vergüenza social. Y así, paso a paso, vas asumiendo lo que eres, dónde estás realmente parado. Eres ingeniero, ok, pero hoy eres un ingeniero sin pega. Punto. Y hay que salir a pelearla para cambiar eso.

Nos leemos.

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