Se puede…

hacerEntro poco a LinkedIn. Subo una que otra propiedad y contacto a quien me resulta interesante. Pero dado lo que ha visto hoy, y mi historia, me parece una buena instancia y plataforma para comentar, ayudar, opinar, aportar con un granito de arena, para quienes la pelean (laboralmente hablando).

No soy gurú, ni me creo ni siento más que nadie, ni pretendo otra cosa que aportar, en base a las cosas que me han pasado, y que creo, pueden ayudar a algunos. Así es que, espero, hacer de esto, una constante.

Hace un poco más de un año, mi vida se puso patas para arriba.

Malas decisiones, cambios no planificados, poco “colchón” y un montón de situaciones que provocaron cierta debacle. Mi vida laboral siempre estuvo marcada por los cambios, por buscar siempre cosas nuevas, incluso trabajando, y en general bastante irregular. Pero como esta etapa, no recuerdo otra peor.

Finales del 2015 trabajaba como independiente, en rr.pp. de marcas y empresas, lo cual, me dio manteca durante 7 años. Meses buenos y malos, como todo independiente, pero siempre manteniéndome normal, no bien, no mal, simplemente normal. Ese año, tomé la decisión de explorar una nueva posibilidad, que para ese entonces, desconocía, me era muy ajena, e incluso la miraba con cierto desprecio, con apatía. Pero algo me decía que tenía que tomarla, porque siempre pasaban ofrecimientos por mi lado, y jamás quise salir de mi zona de confort.

Soy periodista, trabajé años en medios de comunicación, en todos los canales, en radio, revistas y mi ego, durante esos años, fue incontrolable. Pero luego de eso, trabajando como periodista independiente, relacionándome con marcas, gente, eventos, y cuánta cosa, nutría esa parte olvidada de la TV. Así es que, era un premio de consuelo. Pero cuando me ofrecen ser corredor de propiedades, salvo por lo interesante que me generaban las lucas, mi idea de pega, de vida, de lo que pensaba que sería en el futuro, cambió. Insisto, era un trabajo al cual le tenía mucha antipatía. Sentía que los corredores, eran gente que se quedaba sin pega y por eso hacían algo fácil; o viejas (con respeto) que se juntaban con una amiga y armaban algo en la casa; o, y esto ya con mucha sinceridad, un rubro medio flaite, de mucha gente mentirosa, sin escrúpulos, etc. Bueno, algunas de estas cosas las sigo pensando y he confirmado, pero a lo que voy, era que el cambio fue radical y pasé de ser lo que quería ser, a lo que nunca imaginé ser. Se entendió?

Como dije, vi la posibilidad como algo bueno, pero mi desconocimiento era total. No sabía nada del rubro, en momentos fue como escuchar chino mandarín, y me sentía totalmente ajeno a todo. Poco a poco, fui aprendiendo y hoy, si bien me falta mucho, creo que ya soy un corredor de propiedades más.

Esto, a modo de graficar o hacer un resumen de cómo partió todo (la debacle).

Cuando tomo un proyecto o trabajo, soy de los que lo toma completo o nada. Lo cual, provocó que fuera dejando de lado mi trabajo de ese momento (rr.pp.), lo cual, no se pensó de esa manera. Yo pretendía hacer las dos cosas a la vez, y que uno fuera el colchón del otro. Así es que, sin más, dejé de trabajar como periodista y me dediqué de lleno al corretaje.

Comenzamos 3 socios y debo decir que funcionó los primeros meses. Las lucas no chorreaban, pero si, a futuro, podía ser. Acto seguido, y a pocos meses de iniciar nuestra corredora, una socia para un lado, la otra para otro lado y todo se fue al carajo. De un mes a otro, mi pensamiento optimista, de cambio, de avanzar y de tomar el riesgo, fue mutando, porque me quedé sin corredora, sin rr.pp., sin ahorros, sin saber qué cresta hacer, sin nada. Ahí comenzó todo.

¿Volver al periodismo, retomar y hacer como si nada hubiera pasado? Si, lo intenté, pero no funcionó como esperaba. Los clientes tomaron otras agencias, y yo, seguramente, ante la desesperación, no supe cómo comunicarme bien, y todo en un punto muerto.

¿Seguir correteando propiedades solo? No. Yo había tomado la oportunidad en el marco de lo que se dio en ese momento, socios, algo armado, una persona que manejaba el rubro a la perfección, o sea, protegido, pero ¿solo? ¿Yo? No. No estaba dentro de mis planes. Ahí se nubló todo aún más.

Finales del 2015, inicios del 2016 y mi billetera ladraba. Meses enteros sin nada que comer, y no lo digo para exagerar, fue así. Ese verano, 2016, mandé a mi hija de vacaciones con sus amigas, porque no tenía cómo darle almuerzo diario (justo en esa época se vino a vivir conmigo, cuando viene una, vienen todas, dicen) Si se quedaba conmigo, lo poco que tenía duraría 10 días. Denigrante. Calculaba diariamente, lo que iba a comer, fumar, tomar, y mi presupuesto fue de $3000 diarias. Con eso, me compraba un paquete de galletas o cigarros, o un par de manzanas, o algo que hiciera las veces de snack. Me compraba un paquete de arroz, y cada almuerzo durante un mes, fue arroz con soya. Ya mi refrigerador y mi despensa estaban consumidos totalmente, así es que tenía que ingeniármelas para aguantar, y en el camino ver cómo lo haría cuando llegara mi hija de vacaciones. Un tormento.

Fueron tardes enteras llorando en un sillón, pensando qué cresta hacer, y sin ver una puta salida.

Cuando estás en hoyo, es muy difícil encontrar la salida.

Vendí casi toda mi casa. Camas, parrillas, ropa, guitarras, computadores, todo lo que, en ese entonces, me era innecesario, inútil, y que podía sacarle lucas para subsistir. Mercado libre fue mi gran amigo ese verano. Productos baratos, venta segura.  Y así, fui parando la olla.

Mi familia, me prestaba cuando ya la cosa era urgente. Dejé de pagar arriendos, gastos comunes, cuentas, colegio, todo. Me endeudé más que Garay y el hoyo se empezaba a hacer insostenible.

Llamé a 40 amigos para pedir trabajo, los conté, de los cuales me contestaron 0; mandé 56 curriculums a empresas de cualquier rubro, y nada. Volvía a insistir con mi anterior trabajo, y tampoco. Todo negro. Mi sillón (negro también) y yo, figurábamos cada día en silencio, pensando cómo salir de esto. Me levantaba a las 6 de la mañana, y quedaba desocupado a las 6:15. Me sentaba horas y horas en el computador, buscando contactos, clientes, oportunidades, ideas, cualquier atisbo de proyecto que pudiera reflotar, y nada. La ampolleta estaba absolutamente apagada. Fueron tiempos de pura desesperación, y claro, cuando estás urgido, haces todo mal, te comunicas mal, piensas mal, ejecutas mal.

Un día de abril o mayo, ya no me acuerdo muy bien, estaba acostado en mi cama, mirando el techo y pensé: “puedo llamar a gente para ofrecerle servicio de corretaje?”, “qué es lo peor que puede pasar?”, “y si lo intento solo?”. Recuerdo que me paré de la cama, fui al computador, y como algo mágico, comencé a ejecutar una idea de corretaje de propiedades sin saber de corretaje de propiedades. Tenía algunas ideas vagas, pero eso no se lo podía explicar a un cliente, así es que inventé un correo, bien pegador, bien escrito, contando lo que era, lo que fui, lo que ofrecía y así comencé. Me metí a los portales del rubro, averigüé cómo publicar (gratis, obvio, no tenía un puto peso) y le fui dando forma a la nada…

Semana a semana, o cuando me den ganas de escribir, iré dando más detalles de ese inicio, el cual, ahora, es una realidad.

Toda esta historia, que para algunos puede ser latera, es para reflejar una situación que me pasó, que es cierta, pero que algunos de los pericos que he leído en esta red social, debe estar pasando.

Hoy, particularmente ha sido espantoso ver tanta recomendación, publicación, de gente sin pega. De 10 publicaciones que leo, 14 son de profesionales, tipos (que se leen) capaces, pero que hoy, todos sus estudios, valen nada, y se ven desesperados.

Irrita ver gente que lo pasa mal, porque no hay nada más desesperante que no poder pagar las cuentas, comer mierda, dormir como el culo, y ver que pasan y pasan los días y los ahorros se acaban, los amigos desaparecen, las ayudas ya no dan para más y el hoyo se agiganta.

Desde esta humilde tribuna les digo: señores, se puede.

En algún momento llega la luz.

No tengo una bola mágica, pero como recomendación, puedo decir que el mejor camino para comenzar es olvidarse de lo que eras. Ya está. Ya fuiste ingeniero, ya ganaste plata (ya no), ya pudiste ser, pero basta. Ya no eres, ya no estás, ya no perteneces. Suena crudo, pero es real. Desde el momento que te sacas la mochila de lo que eras, y te despegas de ese patrón (muchos se quedan pegados llenándose la boca con logros siendo cesantes, insólito), es cuando empiezas a pensar mejor.

El camino A ya no es; intenta que se te ocurra un B.

Nos estamos leyendo.

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