Bienvenido “Kiki”…

pin up cooking

Perdón por la demora, pero usted comprenderá que con dos cabros chicos, un marido que hace poco, las calles llenas de autos, y la locura de fin de año, no tuve un minuto para escribir mi mamotreto vivencial. Pero acá estamos, al pie del cañón, y como decía mi santa abuela: “y se nos fue el año no más”. Así es, se fue este 2013 lleno de matices. Ya oh, si sé que quiere que le cuente la tontera… cochinona!! Si, lo compré, pa qué estamos con hueás… ¿el elegido?… “Kiki”…

kiki

Un espeluznante pero sencillo mango rojo anatómico con forma de “susodicho”, que según decía, estimulaba las zonas erógenas y aquellas más mías. Con 12 modos de vibración y más barato que los otros. Es placer la hueá, no lujuria. Bueno, como era de esperarse también, no lo regalé en plena navidad con familia y suegros, me adelanté. El lunes en la tarde, cuando mi tío llegó de la pega, le dejé un paquetito (paradójico no?) en la mesa del comedor, asegurándome, claro, que no lo agarraran los cabros chicos y se pusieran a jugar con la tontera. El hombre llegó, saludó, preguntó que había de comer y se hizo el hueón un buen rato. Se paseaba de un lado a otro, iba al baño, volvía a pasearse como gil, hasta que tuve que meter presión.

-¿viste? – le dije

-¿qué? – me dice con la respuesta típica del hueon que sabe, pero no quiere saber.

-mira poh. Un regalo para ti, bueno, para ambos. Lo miró, extrañado, primero porque aún no era navidad, y segundo, porque era un paquetón largo. Transpiraba mientras lo abría leeeeeeeeento… si, cuando digo “leeeeento”, es leeeeeeeeeeeento…

hombre_leyendo_libro_rojo

Los hombres son medios cagones en ese sentido. Yo esperaba que rompiera el papel, que me agarrara de la cintura, le pusiera pilas al juguete y me hiciera bolsa con aparato y todo ahí mismo, en el comedor. Pero nada. Seguía con su sonrisa hueona de marido de años. Su cara fue de sorpresa, risa nerviosa, extrañeza, y como todo buen hombre, se puso a revisarlo, me preguntó qué pilas usaba, y leyó el manual. ¿Habrá hueá más latera que los manuales?

-¿Y? ¿Qué tal?

-¿Y cómo se ocupa esta cosa?

-bueno, vamos a probar! – pensaba, porque no lo veía con mucho ánimo de vibrar en ese momento.

Lo dejó en la mesa, como para no darle mucha importancia a la locura. ¿Lo probamos hoy? ¿Te tinca? No le veía cara de muchos amigos.

Dejé el paquete rojo en el velador, luego comimos con los niños, y como que no hablamos mucho. Estaba nerviosón, lo sé. Una ducha nocturna (soy de las que se ducha en la noche, no sé por qué, pero me gusta acostarme limpiecita, además, esta ocasión ameritaba más jabón aún). Pero seguía sintiéndolo raro. Le pregunté qué pasaba, si le había molestado que comprara “la cosa”, y me decía que no, que estaba todo bien. Sentía que había algo de machismo. Esa extraña situación en donde es él quien quiere llevar la batuta de las cosas, y como no fue él quien lo compró, quien dio la sorpresa, se enoja, algo así. No sé cómo explicarlo, pero es una especie de celo a lo que el otro hace antes que el otro, me explico? Bueno,  caché que la cosa no venía bien, así es que mejor no seguir hinchando con el amigo.

Al otro día, nos juntamos con el familión completo, comimos rico, buenos bajativos y buena conversa, hasta que a alguien, brillantemente, se le ocurre preguntar: “y ustedes, qué se regalaron”. Mi tío tiritaba. Bienvenido “Kiki” a nuestras vidas… acá te quiero ver guachito.

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