solteros parásitos…

En varias reuniones de amigos, y a sabiendas de muchos casos cercanos, me he dado cuenta que se viene dando un extraño fenómeno social, el cual, no sé si será nuevo o no. Que habla de que muchos, ya treintones o cuarentones, a veces, siguen u optan, por mantenerse o volver a la casa de los papás. Algo que llaman “los expertos” como el “soltero parásito” (muy bien puesto). Aquel joven o jovencita, que no puede despegarse de los papás y que le cuesta salir del nido, y, más aún, vuelven, cada cierto tiempo, para quedarse por “largas temporadas”. Es extraño.

Debo confesar, que en cada una de mis separaciones (han sido dos implícitas), he caído en la dirección de mi madre por un par de semanas, hasta que encuentre un departamento y volver a empezar. Es rico. Se siente bien. Es cómodo, pero, ¿hasta qué punto? ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto hay que estirar el chicle? Llega un determinado momento, en que uno empieza a sobrar y cacha que la convivencia, de pasar a ser “contenedora”, termina transformándose en una molestia. No tácita, porque un papá, jamás te va a decir que te vayas o que no quiere que estés ahí, pero…

Hace no mucho tiempo, salió una nota en La Tercera, sobre la encuesta Casen, que hablaba de esto, apuntando a las comunas donde se daba este fenómeno con mayor fuerza, y resultó ser, que los adultos solteros, entre 25 y 35 años, que en Chile siguen viviendo con sus padres, son un 26,8% de los casos, siendo Ñuñoa, Talcahuano y Las Condes las comunas con mayor porcentaje de estos. Pese, claro, a tener estudios y trabajo para mantenerse solos. ¿Por qué pasará esto? ¿Es natural? ¿Normal? Claramente no, y seguro, cada caso es diferente y tendrá sus razones más que fundadas. Ahora, viendo la encuesta y los casos que conozco, y de los cuales puedo hablar con conocimiento de causa, esto, se limita a varios factores o conceptos: inmadurez, comodidad, miedo.

Uno lo piensa y se pone en el papel, y creo que no podría agarrar mis cosas y partir, de rompe y raja, a la casa de mi vieja o mi viejo. Ya tengo mi orden, mi estructura, mi desorden, mis horarios, etc., y, cosa que es más importante, ellos también. Me imagino que sería un cambio, no sólo para mí, también para ellos. Caer, con paracaídas, de un día para otro, en la casa de tus viejos, creo, podría ser un acto de egoísmo puro.

Debe tener sus ventajas eso sí, por eso, se habla de comodidad, ya que ahorras mucho, no gastas en las cosas que gastas siendo soltero y viviendo solo, y todas las obligaciones de casa, corren por cuenta de otros. Es desligarse, totalmente, del día a día. Insisto, esto lo hablo en la mayoría de los casos, sé que hay situaciones puntuales en donde la cosa funcionará de otra manera y como corresponde (todos aportando, cooperando, etc.).

En la nota, se ponían casos, como el de un chico, de 29 años, ya titulado, ganando lucas, viajando por el mundo, pero que “no sentía que tenía las suficientes lucas como para irse solo”, con argumentos como “cuando me vaya, quiero hacerlo bien y no irme a sufrir”; o el caso de una chica, de 28 años, que dice: “A veces pienso en irme, pero no estoy dispuesta a hacerlo por cualquier cosa. Mi mamá me dice que quiere que haga mi vida, pero sé que si me voy, ella se va a morir”. ¿Se “morirá” realmente? Valor.

Investigadores y entendidos, dicen que en comunas de clase media o media-alta este fenómeno se sustenta en “una juventud que se ha vuelto más sofisticada a la hora de decidirse a dejar la casa de los papás. Ellos siguen estudiando, se compran auto y muchas veces tienen mayor solvencia económica que los padres, pero quieren conservar un nivel de vida alto y no están dispuestos a irse por cualquier cosa”… ¿Cara de rajismo? ¿Comodidad?… póngale el nombre que quiera, para eso estamos acá, para debatir.

Acá, las eternas preguntas de la vida: ¿es el huevo o la gallina?, ¿de quién es el problema, del chancho o…?

Yo, la verdad, cuando alguien, de mi edad, me dice que vive con los viejos, me sorprendo. Me da cierta sensación de nostalgia, de envidia (sana), pero de rechazo (sutil). La vida, creo, está hecha de cierta forma, con ciertos códigos y quien no cumple con esos cánones, termina por “descuarijingar” todo un pastel natural, casi biológico, ¿no creen?. Uno puede estar muy cagado un mes, hasta pedir cierta ayuda económica, pero ¿pensar en volver? Y ¿a la edad que sea?… creo que tiene que haber respeto, sobre todo por los viejos, quienes, también, me imagino, quieren hacer su vida, tirar a la hora que se les plazca, leer un libro en paz, no seguir cocinando para tantos, no quedarse despiertos, pensando en la hora que llegará “el niño”, etc., a la larga, deben querer descansar de toda la pega que ya hicieron. Crió, mantuvo, contuvo, regaloneó, pagó, luchó, se las peló, y ahora, es tiempo para ellos… ¿no? A reflexionar.

Una respuesta a “solteros parásitos…

  1. Compadre Seba… toda la razón… personalmente me gusta vivir solo (esto después de una separación y estar casado 5 años con dos cabros chicos)… la libertad q tienes es única… si quiero me levanto un domingo o si quiero salgo a carretear o llego con la bolsa del pan en la mañana después de un intenso mambo. Y nadie me dice nada cumpa. Es impagable… y eso sin contar que puedes invitar a tu casa a quien quieras, ya sea pa conversar unas chelas o buenos vinos o para regalonearte a alguna chiquilla q hayas conocido.
    Tengo un amigo entrañable, mi partner, que aún vive con su vieja… a los 42 años… es de cómodo ya q está acostumbrado a que le tengan todo listo… la ropita limpia, lavada y planchada, un almuerzo caliente y sábanas limpias. Me encantaría eso… pero no transo mi libertad, mi espacio, de escuchar mi banda favorita a todo lo que da o leer en silencio su buen libro.
    Por eso me sentí identificado con tu tema “Solteros Parásitos”…. y como reza el dicho: “soy soltero y hago lo que quiero”… no me quedo estancado viendo pasar la vida ante mi ojos. Sino que actúo en y con ella!!
    Salud
    Un abrazo y que viva “Avena Quaker”… 😉
    Feña

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