día de los enamorados…

Ay, ay, ay (suspirando)… me toca hablar de nunca bien ponderado Día del amor, claro, es febrero, y sabemos, que muchas cosas se vuelcan a esos lares. Ahora, mi suspiro, es porque tengo que pensar, con qué cresta puedo ayudarlas a sorprender ahora. De esos se trata esto, de sorprender, ¿no? Vamos por parte. ¿Se celebra aún este día o seré el único pelotudo con un ramo de flores caminando por la calle? Partamos por ahí. ¿Todavía quedan románticos en este lado del mundo? ¿Nos planificamos realmente para esta ocasión? Siempre tenemos que tener algún detallito, es nuestra pega. Ahora, a raíz de esto, ¿es nuestra pega realmente? Al parecer si, como que se sigue dando eso de que somos nosotros, machos y algunos no tan recios, los que tenemos que buscar el restaurante, hacer las reservas, comprar las flores y decir cosas lindas. Me rebelo. Hoy, en esta columna, me niego a ese sistema, y pregunto, ¿por qué no ustedes esta vez? ¿Qué les parece si llaman al restaurante favorito del gordo, le piden la mesa que quiere, y le regalan algún disco choro o un libro de parejas? ¿Les tinca? Encuentro increíble la idea. Me encantaría, que este 14 que viene, me llamaran y me dijeran, “te espero en el hotel tanto, a la hora x”… ¡wow! ¡Sería el sueño del pibe! Se los dice un ferretero señoritas y señoras, nada más sexy, que una mujer tome la iniciativa. Así es que, vayan poniendo ojo a los gustos del caballero y hagan lo que les digo, tendrán, durante todo al año, al gordo en sus manos, babeando por ustedes. Créanme. Ahora, vamos al “qué hacer”. Recuerdo esos catorces de febrero cuando era cabro chico, joven y enamoradizo. Una manta o chal (para tapar ciertas vicisitudes propias de la juventud), una playa y una puesta de sol. Eso bastaba. Alguno que otro “te quiero” y un “estaremos siempre juntos”. Claramente, se me fue todo eso a las pailas, porque, primero, no sigo con ninguna de ellas y las puestas de sol, son más inocentes. Hoy, la cosa tiene que ser más osada para mi gusto. Si vamos a ir a comer, ok, que sea un buen restaurante, con onda, con ambiente, con cuento, de esos de comidas exóticas o que tenga algo de bailoteo ¿hace cuanto no salen a bailar?; Si vamos a regalar, regalemos bien y con estilo. Se me vienen a  la cabeza dos tiendas: Japijane, y sé que es publicidad, pero quiero que me entiendan el concepto. Eso de regalar algún artículo para el jugueteo de pareja; o Secretos de Amor, en donde un aceite, te puede cambiar el pastel de la noche y hacer que todo sea líquidamente diferente. Por ahí va. Por sorprender de verdad. Ya los tiempos no están para puestas de sol ni caminatas por la avenida con chalequito puesto encima de los hombros. ¡Vamos a la acción señoritas!, y a tomar la iniciativa. ¿Un motel? Porque no. Ambos desenvueltos en medio de un jacuzzi furibundo; ¿Un hotel por un par de noches? Mejor aún y si es con desayuno y masajes, ideal. Si las lucas escasean, ¿una pieza, llena de velas y flores en la cama después de una rica comida? Claro. Parece teleserie venezolana, pero auguro entretención. Esa es la cosa, entretenerse. Divertirse con esto. Que la sorpresa forme parte importante de este día. Flores inesperadas, una carta escondida en algún bolsillo de la chaqueta, una invitación sugerente, un mensaje de texto que cambie los esquemas de la reunión y diga más menos así: “mi amor, a las 20, te espero en el lobby del hotel”, o “nena, la habitación 248 es nuestra, te espero…” chuuu… ¡pa’ derretirse! ¿No? ¿Muy cursi? ¿Porno? No sé. A mí me gustan esas cosas, las he practicado algunas y debo decir, que resultan. Este año no lo celebraré, pero pensaré en ustedes y todos estos tips o chiches antes expuestos. Disfruten. Yo, estaré con mi hija, quien por esas casualidades de la vida, nació un 14 de febrero y cambio los aparatos y aceites, por un helado y una tarde con ella. Seguro iremos a ver la puesta de sol juntos…

@sebastiannora en Twitter

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