de los arrepentidos…

En la mañana, camino al colegio, mi pendex me pregunta: ¿papá, puedo estudiar 4 cosas a la vez? – claro! – le dije. Quiero estudiar, arquitecto, fotografía, sicología y detective. Interesante. Una mezcla de temer. Pero bueno, me fui en la profunda, y le di a entender el potencial que tiene, a su corta edad, para poder elegir lo que quiera, hacer lo que quiera, y hacerlo bien. Pero siempre, le dije, con pasión. Si algo, te gusta, más o menos, mejor no lo hagas.

Después, vino el sermón (todo esto en medio del taco matinal), de la vida, lo rápido que va y miles de cosas, que, seguramente, le entraron por una oreja, y le salieron quien sabe por dónde. Pero tengo que decirlo. Es más, le dije, que me arrepentía de muchas cosas que había hecho, pero por sobre todo, de lo que no había hecho. Le dije que lo principal es disfrutar, siempre, en todas partes, haciendo lo que sea, “si vas a hacer algo, para sufrir, mejor no lo hagas” (es mi política). Después, le conté que había pasado por varias carreras y le dije que cuando uno es joven, es un idiota, un completo huevón que no sabe para donde va la micro. No sé si es problema de los papás, que no atrincan bien o no dejan ser, o qué, pero lo cierto, es que a los 19, 20 años, era una calamidad de persona. Nunca fui drogo, lanzado, ni nada raro, pero si, no quería hacer más que cantar, estar con mis amigos, y encerrarme en mi pieza a escribir o crear alguna estupidez. Bueno, sigo un poco igual, pero le dije: “si tuviera 20 años ahora, con esta cabeza, haría tantas cosas que no hice”… por ejemplo, debiera haber seguido la carrera de cocina, que alguna vez intenté en Inacap, que no seguí, porque no me gustó el ambiente, y encontré, mira la tontera, que estaba lleno de maracos. Tonteras de pendejos. Y hoy, sería, seguro, un buen chef, no el mejor, pero uno bien. Pero bueno, le dije, también, que la vida es así, que todo pasa por algo, y que, seguramente, de no haber hecho y dejado de hacer muchas cosas, no la habría tenido a ella… se fue feliz y yo también. Como siempre que me despido, le dije: “pórtate bien, haz maldades, pero que no te pillen”

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