Estado Crítico / Las bolas de Inés

Creo alguna vez haber contado esta historia, pero este es nuevo blog, así es que, si no la ha leído, acá va. Hace mucho tiempo, fui a un asado, en donde había cientos de personas, de todas las edades, razas, colores y formas. Como suele suceder en este tipo de eventos, salen los más diversos temas de conversación. Política, religión, fútbol, Bolocco, moda, cesantías, etc. Pero un tema, que no puede fallar y que siempre da que hablar, es el sexo. Tema tabú para algunos, abierto y cercano, para otros. Fuimos un grupito de 5 o 6 personas que empezamos a hablar de sexualidad, en relación, a lo que nos gustaba, lo que nos movía, fantasías, etc. Salió una tipa, guapa, cuarentona, a contar su experiencia en relación al sexo, que no era poca, claro, pero que hablaba de cierto grado de frustración o desencanto, frente al tema. No precisamente al acto mismo del coito, sino que a los hombres y sus costumbres amatorias. Es por ese motivo, por su desazón, que había decidido “tomar el toro por las bolas” y entregarse su propio placer, sin tener que ver caras largas en la mañana, o caras feas al despertar. Sin los problemas ni menos la conversación que le daban, hasta ese momento, los hombres. Así, salió el tema de la autocomplacencia, del auto placer, y de pasarlo bien en soledad. ¿Cómo? Con ciertos aparatitos que la hacían ver más estrellas que cualquier pedazo de carne de 90 kilos.

Ella contaba, que todos los días, y a cada rato, llevaba consigo unas bolas, si, unas bolas, que le daban placer constante en dicha zona (no me pidan dibujos, traté, pero no pude). Si estaba en el auto, las bolas hacían lo suyo; si iba a una reunión, lo mismo, las bolas a actuar; si estaba tirada en su cama una noche de viernes, las bolas hacían doble y triple trabajo. Contaba (por que no lo vi) que eran un par de pelotas de metal, que se ubicaban tanto “adelante” como “atrás”, para dar estimulación doble a modo de vibraciones que salían cuando el cliente lo deseaba. Contaba que eso la hacía más feliz que cualquier cosa y en todo momento y horario. Sin citas, sin flirteos, sin nada. Solo las bolas y su cuerpo. Claramente muchos en el lugar, comenzaron a interesarse sobre dichas bolas y el placer de esta mujer y preguntaban: ¿Cuándo? ¿Qué pasa? ¿Duele? ¿Cada cuanto le cambias las pilas? (preguntaba la más inquieta) ¿Dónde se compra? ¿Cuántos orgasmos has tenido en un solo momento de bolas?, etc. Las preguntas más insólitas salieron. La mina respondía sin tapujos y feliz de ver que todo el mundo estaba interesado. Ya no éramos 5 o 6 en torno a la conversación, se habían sumado muchos más al tema sexual.

Las famosas bolas de Inés, me dan pie para habar de un tipo de sexualidad que se está instaurando en nuestra sociedad, cada vez, más egoísta y solitaria. El sex-shop o los juguetes sexuales que ahí se ofrecen, son todo un mercado para quienes ya no pretenden tener que vérselas con una cita a ciegas. Cada vez es más recurrente saber, por los medios, de tiendas especializadas en este rubro, ¿Por qué? Porque hay minas que lisa y llanamente, no quieren más cachos en sus camas. ¿Nos estamos transformando en cachos los hombres? Puede ser. Que “dónde vas”, que “a qué hora llegas”, que “por qué no me dices te quiero”, son miles de frases que hemos utilizado y que ya las tienen cansadas. Para eso, la mejor solución, es algo que vibre y que se utilice en la intimidad absoluta, y que, más encima, entregue un placer inusitado (y no hable, claro). Ahora, hay muchas mujeres también, que utilizan este tipo de aparatitos, en pareja, y que funcionan como un complemento al mal polvo del viernes, y que guardan celosamente en el cajón de su velador. Así, cumplen sus dos misiones, sirvieron para que el marido sintiera el orgasmo de turno, y por otro lado, como ellas no alcanzaron a sentirlo, lo rematan de esta manera. Los hay largos, cortos, de bolas (como las de Inés), flacos, gruesos, que vibran, que suenan, etc. Incluso, hay aplicaciones para el I-Phone, que van de la mano y que pueden servir para estos efectos sexuales placenteros. Es un tema “duro”, “profundo”, “penca”, para alguno de nosotros, porque nos hace ver como perfectos idiotas en la cama, pero creo que no va por ahí. Es sabido que la mayoría de los hombres recurrimos, cada cierto tiempo al “solitario”, entonces ¿Por qué ellas no pueden “salvar” con un par de bolas? Tuve una polola, que lo primero que me mostró al conocernos, fue su “dedito mágico”. Un aparato, de color rosado, que utilizaba cuando yo no estaba y que, según ella, le daba muchas cosas ricas. Cuando estábamos juntos, la cosa era normal, más rica aún, así es que en ningún momento sentí, que ese dedo maldito, me estuviera quitando lugar, por el contrario, sentía que el “finger” aquel, servía para que cuando llegáramos a vernos, ella estuviera más ganosa. Sé que el tema es algo complicado, pero convérsenlo. Está de moda, todos lo hacen ¿Por qué tú no?

(no sé si las bolas de la foto, son exactamente esas, pero por ahí va)

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